📗 El ÁRBOL COME-HOMBRES | Criptobotánica 📗

 📗 EL ÁRBOL DE MADAGASCAR 📗


El 24 de Abril de 1874, el periódico "THE NEW YORK WORLD" publicó una noticia misteriosa; que hablaba de un descubrimiento botánico en la insidiosa ISLA DE MADAGASCAR. Se habló durante meses sobre el caso, a tal punto que el 27 de Octubre de 1874, el diario "THE SOUTH AUSTRALIAN REGISTER" volvió a publicar la historia.


Dicha historia provenía ni más ni menos que de la carta de un científico y explorador alemán conocido como KARL LICHE. En esta, el aventurero afirmaba haber presenciado un SACRIFICIO HUMANO realizado por la TRIBU MKODO, en la que se utilizaba a un ÁRBOL CARNÍVORO.

📗 LA CARTA 📗


Tras un largo viaje en barco, finalmente llegamos a la isla de Madagascar; donde permaneceríamos alrededor de un mes. Las ansias de explorar estas tierras en su mayor parte desconocidas me llenan de euforia. Me acompaña mi guía y amigo Hendrick, quien previamente ha estado en la zona y ha entablado amistad con una misteriosa tribu, los Mkodos, que habita en el fondo de la isla.

Los Mkodos son una raza primitiva que anda mayormente desnuda. Cuando los conocí, noté su baja estatura. El hombre más alto medía apenas un metro con cuarenta centímetros. Los Mkodos no construyen casas o chozas de madera, ni nada parecido. Por el contrario, les gusta vivir en unas cuevas de piedra caliza; que están en la ladera de una montaña.


Cerca de las cuevas queda un gran abismo; que desciende hasta un valle lleno de ríos y aguas lentas que serpentean adentrándose en un bosque oscuro. Esta tribu no tiene religión; más allá de una... horrible, y desquiciada reverencia a lo que ellos consideran un "árbol sagrado".

Fuimos invitados a bajar al valle con un grupo de Mkodos, que iban a realizar su ritual de adoración a lo que ellos se refieren como "el demonio del árbol". El camino es tortuoso; lleno de alimañas, víboras e insectos venenosos. Tras un par de horas de caminar por el borde del río, y llegar al inicio del oscuro bosque selvático, se encuentra un sendero por el que mi compañero Hendrick tomó la delantera.


Yo lo seguía muy de cerca; rodeado por varios miembros de la tribu que me miraban con suprema curiosidad. De repente, los nativos se detuvieron y comenzaron a gritar: ¡TEPE, TEPE! La corriente del río si bifurca en forma de V, y en el centro, había un árbol bastante singular.

Sus hojas recordaban a una crinoida (también llamado lirio del mar), solo que esto no estaba bajo el agua; sino en tierra firme. y de un tamaño exagerado. Su tronco parecía una piña de dos metros y medio de alto. De color marrón oscuro, y daba la impresión de ser duro como el hierro.


De la parte superior del tronco colgaban ocho hojas; que casi tocaban el suelo con sus puntas. Cada hoja era alargada, y media tres metros y medio de largo. Pero lo más aterrador, era que al final de cada hoja se formaba una punta afilada de sesenta centímetros, similar al cuerno de un toro.

La base de donde nacían las hojas era de color blanco. De allí exudaba un líquido similar a la miel, de olor dulce; pero que más tarde nos daríamos cuenta tenía propiedades embriagadoras y somníferas para una persona. Aparte de las hojas, en el centro también se erguían seis palpos; que se alzaban ligeramente por el viento, de color blanco, y que medían casi un metro de largo.

Los nativos gritaban alrededor del árbol como en una especie de trance. Hendrick me dijo que aquello que cantaban era una canción que, según ellos, el mismo árbol les había enseñado para que le adoraran; Pero entonces, todo se tornó en una completa locura...


Aquella tribu calmada, pareció transformarse en un grupo de completos desquiciados, que empezaron a rodear a una de sus mujeres mientras continuaban con su canto, y comenzaron a presionarla con lanzas para que se dirigiera hacia el árbol.

La mujer estaba lucida. No cantaba, y su rostro expresaba miedo y desesperación. Con su mirada casi nos gritaba, suplicando ayuda, pero nos era imposible interrumpir dicho ritual. Eramos meros espectadores de una ceremonia sanguinaria, que habían estado haciendo por años.

La tribu la hizo trepar al árbol; colocándose en la parte superior,donde nacían las hojas y los palpos. Todos gritaron al mismo tiempo, señalando el extraño líquido que emanaba de aquel punto en la planta. La mujer no tuvo más remedio que agacharse, y tras tomar una parte de líquido en sus manos, bebió.


De inmediato se puso de pie; pero no habían pasado más que un par de segundos cuando las convulsiones dieron inicio. Sus ojos se giraron hacia atrás quedando totalmente blancos, mientras su cuerpo se movía sin control. Entonces, aquél árbol que parecía inerte, cobró vida de una manera salvaje que mis ojos nunca antes habían visto.

Las hojas que hacía solo segundos colgaban como brazos muertos, parecieron adquirir la fuerza y agilidad de una serpiente hambrienta; enredándose alrededor del cuello y brazos de la mujer, que lanzó un grito desgarrador. 

Se podía escuchar como cada uno de sus huesos se fracturaba, y de entre las hojas, comenzó a brotar sangre mezclada con el exudado viscoso que producía la planta. La turba enloquecida a mi alrededor dejó de cantar y danzar, para abalanzarse hambrientamente hacia el tronco, y beber aquel líquido que escurría.


Fue aterrador, asqueroso y nauseabundo ver la depravación de estos seres, que en ese momento habían perdido todo rasgo de humanidad y se habían entregado al salvajismo; ocasionado por este demonio del árbol.

La historia nos suena hoy bastante disparatada, casi grotesca, y más propia de una película fantástica de serie B; Pero en la segunda mitad del siglo XIX, el África negra todavía era un continente semidesconocido, capaz de exaltar la imaginación de cualquiera.

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